viernes, 24 de abril de 2015

¿CÓMO GESTIONAR LA PRESIÓN? TOLERANCIA AL FRACASO

Es importante empezar

Empecé a escribir esta entrada el primer fin de semana de marzo, después de leer el artículo (genial) de El Huffington post sobre la cultura del éxito:


De manera inmediata, lo relacioné con nuestro equipo de fútbol, igual que el autor lo hace con su equipo de básquet en la reflexión final. Me sentí identificado en algunas situaciones que se comentaban. A medida que pasaban los días, lo que iba escribiendo no era más que otro punto de vista aplicado a otro equipo y otro deporte. Entonces pensé si merecía la pena seguir escribiendo y lo dejé aparcado.

Pero más importante es no detenerse

Guardé el post durante varias semanas con poco más de dos párrafos de ideas desordenadas. Hasta que empecé a verle el sentido educativo. La aplicación al aula. La esencia de El Entrenamentes. Así que retomé el tema y lo abordé desde el punto de vista de un niño de 10 años.

Fracaso y presión son dos palabras que no deberían existir en el aula. No existen en la mía. Están camufladas. Para explicarlo, vuelvo al fútbol: he entrenado a equipos que toleraban muy bien la presión y sabían gestionar bien tanto el éxito como el fracaso, obteniendo un rendimiento bastante alto. También he entrenado a equipos que no eran capaces de rendir bien ante una situación de mínima presión y se bloqueaban ante situaciones con un entorno no previsible y respuestas cambiantes.

Como jugador, he jugado en equipos en los que la presión era un factor motivante y estimulante, multiplicando nuestro rendimiento en situaciones de competición límite. Y en otros en los que cualquier prueba de fuego, nos venía grande.

Desde siempre, hemos relacionado el fracaso o el éxito al resultado final.
Generalmente, cuantificándolo con un número, una nota, una sensación o una imagen.
¿Realmente es justo hacerlo así? ¿No deberíamos de exigir un esfuerzo en lugar de un resultado?

Y he llegado a una conclusión

Esa presión y tolerancia al fracaso, depende en gran medida del entrenador. En mi caso, en mis clases, depende mucho del profesor. Y de ahí la figura de El Entrenamentes y el rol social, deportivo y educativo que intenta cubrir.

Así que para no repetirme, decidí escribir sobre lo verdaderamente difícil y que está más relacionado con la reflexión final del artículo anteriormente citado:

<< Saber perder, tolerar el fracaso y redefinir el éxito. >>

Cada 10 meses, me llega un grupo de alumnos/familias nuevo al que ni conozco ni me conocen. saben de mi que me gusta el deporte, que soy el alto de la barba, que soy el de catalán (y eso no mola), que en carnaval soy Lord Darth Vader... pero poco más. Bueno, como la mayoría de adultos, que creen que me conocen y no tienen ni idea de cómo soy. Es gracioso ver y oír cómo habla de ti la gente dando por hecho que te conoce y diciendo cosas que no has hecho o dicho. Cuando me aburro juego a eso. Pero ese es otro tema que no tiene que ver con el éxito (aunque sí con los fracasados y las personas vacías).

Volviendo a mi realidad en el aula, estas semanas he tenido mucho contacto con las familias de mi tutoría. Estoy aprovechado la vuelta de las vacaciones de Pascua para intentar reunirme con la mayoría. Lo que vendría a ser "quitarme tiempo", lo he enfocado como "invertir tiempo". Pero, ¿por qué digo esto? Muy sencillo. Varias de las familias me han comentado a lo largo del curso, hablando de la progresión de sus hijos, que ven que no saben hacer cosas que deberían saber hacer como resumir, estudiar, subrayar, esquematizar, gestionar su tiempo, organizar y planificar su semana, mantener un cierto orden en casa/clase...

Tras años con una metodología basada en la exigencia y la cultura del esfuerzo, me ha gustado mucho la idea de "la cultura del éxito". No pretendamos exigir a un niño (o adulto), que haga algo que no se le ha enseñado. Y no me refiero a decir: <<... le hemos dicho que se hace así, y no lo hace así...>>. Eso, con perdón, no es enseñar. Y así no van a aprender. El proceso de enseñanza/aprendizaje no es fácil. Cierto. Pero tampoco es tan complicado si te dejas orientar y escuchas a gente especialista en el tema.

El otro punto que me choca es que seguimos destacando los aspectos negativos. Lo que hacen mal. Lo que no saben hacer. Veamos. La primera actividad que hago en mis tutorías en la primera semana de curso gira en torno a lo que sí saben hacer. ¿Por qué? Pues porque lo que no saben hacer los niños de 10 años, ya se lo han dicho mil veces. Y yo lo sé. Pero realmente no me interesa que lo verbalicen ni verbalizarlo. Lo que yo quiero es que sean niños con la suficiente confianza como para saber lo que hacen mal y lo que hacen bien.

¿Refuerzo positivo? Ni sí, ni no, ni todo lo contrario

Yo soy más de los que piensan que el elogio continuo debilita. Soy un provocador. Con todas las letras. Provoco a mis alumnos. Lo que yo provoco o intento provocar es que sepan aprovechar esos fallos, humanos, normales, comprensibles... para educar en positivo.

No quiero dar lecciones de nada a nadie. Es algo que llevo poniendo en práctica desde hace relativamente pocos cursos y que me está ofreciendo resultados sorprendentes cuando se cumple una ya de sobra conocida unión de fuerzas:

La clave de todo es hacer que los alumnos (y sus familias), se den cuenta de los errores que cometen,
 que es bueno que se cometan para poder corregirlos, que es necesario empoderar a los alumnos
 para que sepan cómo corregirlos y eliminar el foco de la responsabilidad mal colocado sobre ellos.

¡Ahora sí! Ya estás preparado. Pero ¿para qué?

A partir de aquí es, en mi opinión, cuando todo puede empezar a ocurrir. En el artículo que comento al principio del post, se habla sobre John Wooden. Cito literalmente porque no tiene desperdicio:

<< ... John Wooden, considerado como el mejor entrenador de la historia de la NCAA.  "no es justo esperar que todos los niños saquen las mejores notas". Wooden también tenía su propia definición del éxito: tratar de dar lo mejor de ti mismo. ¿Quién te puede pedir más? >>.

Yo tuve un entrenador que posteriormente fue profesor mío en la escuela de entrenadores y al que anteriormente mi padre conocía desde que era un niño, que tenía dos máximas que me encantaban. Una suya y otra no:

<< Eso de que tras un partido, lo que pase en el campo se queda en el campo, no me vale. No vale todo con tal de ganar. Y menos en etapas formativas >>.
 
<< El fútbol es lo más importante de las cosas menos importantes >>.

Soy de esa opinión en el sentido de que, volviendo a la dualidad éxito-fracaso, y siguiendo por la línea también marcada por Wooden, lo que se debe premiar es el esfuerzo. Pero el fin nunca puede justificar los medios. Si pasa en el deporte y lo permitimos, no podemos pretender que niños con 10 años no lo adopten como correcto.

Me gustaría reflexionar sobre el concepto del foco de la responsabilidad con un par de preguntas (un par mallorquín, que quiere decir más de dos): ¿Cómo vamos a pretender que un alumno tenga un determinado hábito si no lo ha adquirido? ¿Cómo va a adquirirlo si no se lo hemos enseñado? ¿Cómo no va a ser un éxito esforzarse al máximo aunque se pierda? ¿Cómo va a ser un éxito no esforzarse nada y no fracasar?

Quizás de manera individual, cada uno como formador, entrenador, profesor, padre, madre, persona... Deberíamos reflexionar sobre si lo que exigimos como éxito, cumple con la definición de éxito. O incluso ir más allá, redefinamos el éxito. Y otra vuelta de tuerca más; hagamos partícipes a los miembros de esos grupos o equipos para los que trabajamos para que entiendan qué se espera de ellos, qué se les va a exigir, qué pueden dar de sí y cómo ser crítico una vez mi resultado sea éxito/fracaso.

Allá por el mes de marzo, la reputada psicóloga deportiva Patricia Ramírez ofreció una charla formativa a los entrenadores de mi club promocionando su nuevo libro "Así lideras, así compites". Entre las muchas cosas que dijo interesantes, una en especial me gustó y ahora le veo más la practicidad, que es lo que espero cada vez que hablo con alguien, leo un libro o voy a una conferencia: que me aporten al menos una idea que pueda poner en práctica.

Nos dijo que si no queremos que pase algo, hablando sobre equipos de fútbol profesional, debemos evitar verbalizarlo. Esto vendría a ser, para entendernos, que si no queremos que pase algo que es negativo, no repitamos hasta la saciedad que va a pasar tal cosa. Evidentemente no hay base científica en cuanto a que lo que sucede, depende de lo que se dice. Pero sí que guarda estrecha relación lo que se dice con lo que se interioriza y lo que se interioriza con lo que se siente y piensa y lo que se siente y piensa con la posterior manera de actuar.

Me encanta. Y me encanta porque como maestro era de los que avisaban del peligro. Digo era porque ya no lo hago. No tiene sentido generar temor o presión a un niño de 10 años ante algo que, si generamos confianza y seguridad, no va a ocurrir.

Yo solía decirles, cuando subían de curso o preparaban un examen o prueba, que iba a ser difícil. es cierto que en algunos, eso generaba un reto. Pero en otros, en muchos, generaba estrés. Si hubiese entrenado como gestionar esas emociones, no sería una mala estrategia. Pero si los alumnos no saben gestionarlo, ¿por qué crearlo y abocarlos al fracaso?

Así que cambié el enfoque

Y repito. Y no me canso. Lo que intento recoger no es un compendio de consejos o una guía de cómo dar clase. No soy tan necio. Simplemente transmito lo que a mí me está funcionando para que otros lo pongan en marcha.

Esta semana me han dicho una frase que me ha gustado mucho: << Tú has enseñado a mi hija a pensar >>. No sé hasta que punto he sido sólo yo. Lo que si que defenderé a muerto ante esa afirmación es que, por esa niña y por otras muchas más, he intentado crear un entorno favorable. Un entorno en el que fallar no es malo. De hecho, se provoca ese fallo para aprender. Un entorno para nada hostil. Un entorno participativo y crítico con la sociedad.

Y evidentemente no lo he creado yo solo. Me han ayudado alumnos, compañeros y familias. Siempre triunfa el TODOS. Nunca triunfa el YO. O por lo menos en nuestra aula, en nuestra casa, en nuestro vestuario.

Regalos

Y para acabar, para los amantes del fútbol o para los que no lo sean y quieran ver de manera gráfica cómo puede enfocarse un fracaso, os dejo dos enlaces a dos charlas de un entrenador de fútbol del que ya hablé en mi primer post: Marcelo Bielsa.

1) Video tras el partido de hace unas semanas en el que su equipo, Olympique de Marsella, se queda casi sin opciones en el campeonato de Liga tras perder con su rival directo (PSG). Transforma la decepción en reto. Habla de la vida y el deporte, que siendo injustos, se equilibran al final. Si emociona verlo, no me imagino lo que debe producir en el estado emocional de un jugador, estar presente.


2) Audio tras perder las dos finales de 2012. Tras una temporada espectacular, en la última charla en el vestuario, el entrenador habla sobre la decepción que sufre el pueblo al que representa un equipo. Increíble el giro que le da a una situación de dolor, transformándola en aprendizaje para la vida y emoción. ¡Menudo Entrenamentes!
 

Este último audio va dedicado, especialmente el inicio del audio relacionado con las vacaciones de verano y el no saber lo que pasará, a "mi querido 100%". Pase lo que pase, seremos eternos ;)

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